Escucho hablar de fuentes, quitar el dolor histórico poniendo agua a una fuente. El concejal capitalino insiste en su propósito de conservar el patrimonio histórico hablando de porcentajes sacados de su imaginación.
Sé que peco de optimista, que deseché las películas de Lars von Trier porque en ellas no había ni un fisquito de esperanza. Me siento más cercana a Pedro García Cabrera y a sus naranjas de la mar, a sus lapas que se convierten en castañuelas.
Aquel verano del 97 estaba junto a mis amigas en Fuerteventura. En una de las calitas del Cotillo nos hartamos a mejillones. Recuerdo a Sonia cantando.
Me desperté con la luna redonda y blanca, pero pensé que debía ser roja como el volcán de La Palma. Voy al trabajo por el Camino de la Verdellada, escuchando la radio, viendo el fuego en el cielo, sus lenguas arrasando barrios, casas, huertas, cuartos de niñas y niños.
La lección sobre la teoría del género la aprendí con Marta Jiménez, mi antigua profesora de sociología y ahora amiga. Sexo era la condición biológica y género, la construcción cultural.